28 oct 2013

Ríos de sangre (microrelato)

Imagina una calle empinada de un lugar totalmente desconocido, en una ciudad caótica, destrozada, en ruinas. Al final de esta, lo único que puedes vislumbrar es la luna llena, brillante, sola en el firmamento, sin estrellas que la acompañen y la parte superior de los altos edificios a lo lejos.
Caminas descalza, tus desnudos pies vuelan veloces sobre el asfalto, heridos a casa paso por la suciedad, la polución, la basura que impregna la sociedad. Tu menudo cuerpo de niña tirita por el frío de la noche invernal, pues solo llevas un ligero camisón de seda blanco, surcado por pequeñas manchas rojizas. Un perro te sigue, andando al ritmo del tintineo de la espada que cuelga de tu brazo rozando el pavimento, un alargamiento de tu propia extremidad.
Llegas a lo alto, cansada, con los ojos rojos y vidriosos de tanto llorar y miras hacia atrás, hacia todo el caos que has causado a tu paso. Los cuerpos inertes de los ciudadanos te observan, te piden una explicación, un por qué para toda esa matanza, algo que ni tú misma sabes. Lo único de lo que estás segura es de tu espada, que empuñas en un último intento de buscar la paz contra ti misma, atravesando tu delicado cuerpo. Esa noche, espesos ríos de sangre recorren las calles.

21 oct 2013

La Cazadora Cazada - Capítulo 8

En ese momento llegó la enfermera con el desayuno en una bandeja.
- ¡Oh! Siento molestar – se disculpó- Te traigo el desayuno, te tienes que tomar esta pastilla, es para el dolor, ¿de acuerdo?
No tenía hambre. Observé el zumo, la leche y las tostadas sin ganas.
-Come – me incitó Jacob al verme dudar – aunque solo sea la leche y una tostada…
-Le dejo encargado de que coma todo, joven – dijo  la enfermera dirigiéndose a él antes de salir.
Cuando estaba masticando, aunque desganada, el último trozo de tostada, apareció el médico. Era un hombre muy seco que, tras obligar a salir a Jacob, pese a mi insistencia en que se quedara, revisó mis heridas.
-La muñeca la tiene usted rota – informó- pero con dos semanas de escayola y reposo no quedarán secuelas. Las magulladuras y golpes tampoco dejarán mara, ni los cortes de las piernas, que son superficiales. Pero en el corte del pecho hubo que ponerle puntos de sutura y quedará cicatriz. Llegó usted al hospital con una gran pérdida de sangre, por lo que se le practicó una transfusión. Permanecerá aquí un par de días en observación y, si todo va bien, le daremos el alta. Mañana pasaré a verla.
Tras esta parrafada, salió de la habitación y Jacob volvió.
-¿Qué te ha dicho? – inquirió, preocupado.
-Que todo evoluciona bien y que seguramente en un par de días  me den el alta. Vete a casa un rato, anda. Tienes que estar agotado.
-No te preocupes, estoy bien. He dormido algo.
-Me da igual. Ve a desayunar, date una ducha, airéate tú que puedes, que yo estaré bien.
-Está bien. – cedió- ¿Necesitas algo?
-Pásate por mi casa y tráeme el libro que tengo empezado y algo de ropa para cuando me vaya de aquí, por favor.
Me dio un beso rápido y se fue.
Me pasé toda la mañana tumbada, pensando. A mediodía tuve una visita: Jones.
-Ah, estás despierta. ¿Cómo te encuentras?
-Bien… He estado mejor…
-Me alegro, pero te lo has buscado tú solita. Te has arriesgado demasiado. ¿Por qué lo has hecho? – inquirió sentándose en el sillón al lado de mi cama.
-Sabes por qué – respondí en voz baja, avergonzada.
-Te lo advertí – dijo fríamente – Te dije que no te dejaras llevar por tus emociones, que era muy peligroso. Me has decepcionado, Amanda.
-Lo siento, pero no pude evitarlo – susurré.
-¡Me da igual! – gritó Jones- Siempre pensé que eras lo suficientemente fría para este trabajo, pero veo que me equivoqué.
-¡No! – traté de defenderme – Esto no volverá a ocurrir. Sólo ha sido un desliz, estaba emocionalmente implicada con el objetivo de la misión…
-No nos podemos arriesgar a que se repita – zanjó – Además, ha llegado a mis oídos que has amenazado a una compañera – dejó caer, observando mi reacción.
Menuda hija de puta, me dieron ganas de cumplir mis amenazas. Pero en aquel momento, lo que más me preocupaba era saber si Julia le había contado algo más, si habría jodido también a Jacob.
Levanté la cabeza y le miré a los ojos.
-¿No lo niegas? – preguntó sorprendido.
-No, yo no miento.
-Y, ¿por qué lo hiciste?
-No soy una chivata. Si ella no te lo ha contado, yo tampoco lo voy a hacer.
-Está bien. Estás despedida. Créeme que lo siento, Amanda.
-No creo que lo sienta, Jones. Si ya ha terminado, me gustaría descansar, aunque solo sea porque he estado a punto de desangrarme. – sonreí con ironía.
-Está bien – dijo levantándose – Que te mejores.

Cuando Jones abandonó la habitación, una mezcla de alivio, rabia y desesperación me invadió y las lágrimas acudieron a mis ojos. Estaba aliviada porque este problema no salpicaba a Jacob, sentía rabia porque esa zorra me había jodido de verdad y desesperación por haber perdido mi trabajo y, con ello, el sentido de mi vida.

La Cazadora Cazada - Capítulo 7

Desperté en una habitación blanca que olía a desinfectante, alguien me había entablillado el brazo. Estaba en el hospital. La luz del sol entraba a raudales por la ventana y proyectaba sus rayos sobre Jacob, que estaba dormido en un sillón. Observé sus rasgos, memorizándolos: su mentón anguloso y sus labios carnosos. El pelo le tapaba la mitad de la cara y había adoptado una postura forzada, por lo que sus músculos estaban en tensión. Le debía la vida, de no ser por él habría muerto desangrada. Realmente agradecía que él fuera más sensato que yo, no soportaría estar en ese sillón mientras él estuviera inconsciente.
Me encontraba inmersa en mis pensamientos cuando una enfermera entró en la habitación.
- ¿Qué tal te encuentras, querida? – me sonrió mientras comprobaba mis constantes. Al ver que yo miraba a Jacob, me informó – Lleva aquí toda la noche. Estuvo desquiciado hasta que lograron estabilizarte. Tienes suerte, además de guapo, parece buen chico. Bien, todo está en orden. En un rato te traeremos el desayuno y vendrá el doctor a verte, ¿de acuerdo?
Asentí, distraída. Cuando la enfermera cerró la puerta, Jacob se despertó de golpe. Parecía desorientado, pero al verme despierta sonrió:
- Buenos días, princesa – se acercó a la cama y me acarició el pelo. – No sabes el susto que me has dado.
Cerré los ojos disfrutando de sus caricias.
- Gracias por salvarme y por quedarte conmigo. – susurré.
- Te prometí que no me iba a ir, y no lo voy a hacer. Pero tú también me tienes que prometer que no te vas a volver a arriesgar así.
- Prometido.  – Tras un momento de silencio le pregunté - ¿Cómo sabías dónde estaba?
- Habíamos quedado en tu casa ¿recuerdas? Como no abrías, usé la llave que me dejaste. Al ver que no estabas me preocupé y cuando vi la carpeta abierta en la mesa supe seguro adónde habías ido. – Me dirigió una mirada dolida - ¿Por qué lo hiciste? , ¿por qué fuiste tú sola? Sabías que era peligroso.
- Bueno, ya está hecho ¿no? – dije desviando la mirada - Logré matarle y ya está.
- Sí, pero casi te lleva con él. Mírame, - me hizo girar la cabeza y mirarle a los ojos. - ¿por qué te arriesgaste? No me mientas, sabes que me lo puedes contar. Sé que querías matarle, vengarte. Jones te advirtió que no te precipitaras.
- Lo sé. – Cedí con resignación – Sutter era el asesino de mis padres. Hace unos años llegué a casa y encontré sus cuerpos. Ese día juré que me vengaría. Por eso entré en la Guardia del Sistema. – Empecé a llorar y ya no pude parar de hablar. -  Antes de que murieran yo dudaba de que el Sistema fuera la mejor opción, creía que el progreso que vende no justifica las muertes y los experimentos con humanos. Incluso simpatizaba con los rebeldes, pero cuando me di cuenta de que ellos también mataban, me decidí por un lado. El que estuvo conmigo en ese momento y no me lo había quitado todo. Por eso no lo pensé dos veces y fui a por ese hijo de puta, por su culpa mis manos están manchadas de sangre.
Jacob me abrazó con suavidad hasta que dejé de llorar.
- Me quedé sola por su culpa y seguí adelante de la única forma que supe y sólo para vengarme. Ahora que lo he conseguido ¿qué sentido tiene mi vida?
- El que tú quieras darle. Y ya no estás sola, me tienes a mí. Escúchame, Amanda, te quiero y voy a estar contigo y te voy a apoyar siempre.
Los ojos se me inundaron de lágrimas y lo besé en la boca. No podía creer que después de todo un camino de sangre hubiera algo bello, como puede ser el amor.

- Yo también te quiero, – murmuré – aunque me hace sentir que tengo un punto débil.