En ese momento llegó la enfermera con el desayuno en una
bandeja.
- ¡Oh! Siento molestar – se disculpó- Te traigo el desayuno,
te tienes que tomar esta pastilla, es para el dolor, ¿de acuerdo?
No tenía hambre. Observé el zumo, la leche y las tostadas
sin ganas.
-Come – me incitó Jacob al verme dudar – aunque solo sea la
leche y una tostada…
-Le dejo encargado de que coma todo, joven – dijo la enfermera dirigiéndose a él antes de salir.
Cuando estaba masticando, aunque desganada, el último trozo
de tostada, apareció el médico. Era un hombre muy seco que, tras obligar a
salir a Jacob, pese a mi insistencia en que se quedara, revisó mis heridas.
-La muñeca la tiene usted rota – informó- pero con dos
semanas de escayola y reposo no quedarán secuelas. Las magulladuras y golpes
tampoco dejarán mara, ni los cortes de las piernas, que son superficiales. Pero
en el corte del pecho hubo que ponerle puntos de sutura y quedará cicatriz.
Llegó usted al hospital con una gran pérdida de sangre, por lo que se le practicó
una transfusión. Permanecerá aquí un par de días en observación y, si todo va
bien, le daremos el alta. Mañana pasaré a verla.
Tras esta parrafada, salió de la habitación y Jacob volvió.
-¿Qué te ha dicho? – inquirió, preocupado.
-Que todo evoluciona bien y que seguramente en un par de
días me den el alta. Vete a casa un
rato, anda. Tienes que estar agotado.
-No te preocupes, estoy bien. He dormido algo.
-Me da igual. Ve a desayunar, date una ducha, airéate tú que
puedes, que yo estaré bien.
-Está bien. – cedió- ¿Necesitas algo?
-Pásate por mi casa y tráeme el libro que tengo empezado y
algo de ropa para cuando me vaya de aquí, por favor.
Me dio un beso rápido y se fue.
Me pasé toda la mañana tumbada, pensando. A mediodía tuve
una visita: Jones.
-Ah, estás despierta. ¿Cómo te encuentras?
-Bien… He estado mejor…
-Me alegro, pero te lo has buscado tú solita. Te has
arriesgado demasiado. ¿Por qué lo has hecho? – inquirió sentándose en el sillón
al lado de mi cama.
-Sabes por qué – respondí en voz baja, avergonzada.
-Te lo advertí – dijo fríamente – Te dije que no te dejaras
llevar por tus emociones, que era muy peligroso. Me has decepcionado, Amanda.
-Lo siento, pero no pude evitarlo – susurré.
-¡Me da igual! – gritó Jones- Siempre pensé que eras lo
suficientemente fría para este trabajo, pero veo que me equivoqué.
-¡No! – traté de defenderme – Esto no volverá a ocurrir.
Sólo ha sido un desliz, estaba emocionalmente implicada con el objetivo de la
misión…
-No nos podemos arriesgar a que se repita – zanjó – Además,
ha llegado a mis oídos que has amenazado a una compañera – dejó caer,
observando mi reacción.
Menuda hija de puta, me dieron ganas de cumplir mis
amenazas. Pero en aquel momento, lo que más me preocupaba era saber si Julia le
había contado algo más, si habría jodido también a Jacob.
Levanté la cabeza y le miré a los ojos.
-¿No lo niegas? – preguntó sorprendido.
-No, yo no miento.
-Y, ¿por qué lo hiciste?
-No soy una chivata. Si ella no te lo ha contado, yo tampoco
lo voy a hacer.
-Está bien. Estás despedida. Créeme que lo siento, Amanda.
-No creo que lo sienta, Jones. Si ya ha terminado, me
gustaría descansar, aunque solo sea porque he estado a punto de desangrarme. –
sonreí con ironía.
-Está bien – dijo levantándose – Que te mejores.
Cuando Jones abandonó la habitación, una mezcla de alivio,
rabia y desesperación me invadió y las lágrimas acudieron a mis ojos. Estaba
aliviada porque este problema no salpicaba a Jacob, sentía rabia porque esa
zorra me había jodido de verdad y desesperación por haber perdido mi trabajo y,
con ello, el sentido de mi vida.