Me despierto y tú no estás a mi
lado. Nadie lo está. Llevo en esta prisión de cemento cinco años por un crimen
que no cometí. Nunca se me hubiera ocurrido apretar el gatillo contra ti. Eras
las persona a la que más amaba. Aun recuerdo aquel día como si de una película
filmada en blanco y negro se tratase.
Llegué a casa borracho, como tantas otras veces en las
últimas semanas. La gente que me vio por la calle me miró juzgándome. El
problema llegó cuando crucé el umbral de la puerta y me cercioré de que tú
habías empezado a formar parte de ellos. Sin pensarlo alcé la mano contra tu
rostro. Me miraste asustada, y te apartaste, temblorosa, unos pasos de mí. Tus
ojos me decían todo lo que necesitaba saber; me tenías miedo. Antes incluso de
que pudiese recapacitar mis actos, huiste. No me molesté en seguirte y me
derrumbé sobre el suelo de nuestra casa, nuestro hogar.
Me recuesto en el camastro en
el que apenas duermo por las noches, llorando. Marco un día más en la pared.
Vuelvo a recordar el final de nuestra trágica historia con ese pequeño gesto.
Tirado cual colilla, completamente destrozado y abatido,
grité al vacío del salón.
- ¡No soy un monstruo! No lo soy.
No estabas ahí para oír como estas palabras estaban
cargadas de arrepentimiento. Horas después salí a buscarte ya que no volvías,
estaba asustado... con razón. Te encontré en el suelo, sobre el charco de tu
propia sangre. Sin poder evitarlo, me tiré sobre tu cuerpo inerte. No respirabas;
te habías ido de mi lado. Así me encontró la policía.
El guarda viene a buscarme y
dar final a mi tormento. Me arrastra por los pasillos de este sucio agujero. Me
sienta sobre la silla y aprieta los grilletes. Antes de notar la primera
descarga y perecer, vuelvo a pensar lo mismo que aquella noche: no soy un
monstruo.
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Espero que os guste este relato corto que acabo de terminar hace apenas media hora XD
Tenía esto demasiado abandonado, ya era hora de subir algo.