Mientras ajustan las correas que sujetan mis
muñecas y tobillos a la fría camilla, rememoro todo lo que me ha hecho llegar
hasta aquí. No me arrepiento de nada. La mí tan solo es una forma de vida,
arrebatando otras, sí, pero me ha permitido seguir adelante. Por eso, mientras
el verdugo me acerca la jeringuilla con la sustancia que va a poner fin a mi
existencia, alzo la cabeza y miro desafiante y a los ojos a todos y cada uno de
los espectadores de mi final. Aquí están el juez, mi defensa, la acusación,
varios familiares de mis víctimas y gente que simplemente ha acudido a
disfrutar del espectáculo. La única persona que falta, es la única a la que me
gustaría ver por última vez.
Estoy en el mismo lugar en que se celebró el juicio, pero han apartado todas
las mesas y en el centro de la sala han colocado la camilla en la que voy a
morir.
A pesar de que solo me restan unos minutos de
vida, tan sólo estoy preocupada por Jacob.
Al acabar el juicio ayer por la tarde, los dos tipos me devolvieron a mi celda y me
informaron de que mi ejecución estaba prevista para el amanecer. Estaba
dormitando sobre el camastro cuando escuché la puerta de la celda abrirse.
Entró Jacob, vestido de negro y con sigilo.
- Amor, siento haberte hecho pasar por esto –
susurró sentándose a mi lado y besando mi frente – Pero voy a arreglarlo, te lo
aseguro. No vas a morir.
- Shhh, no le des más vueltas, cielo. – traté
de tranquilizarlo – Con el estilo de vida que he llevado, estaba claro que
antes o después iba a acabar así.
- Pero no tan pronto…
- Todo el mundo muere, es ley de vida, y mi
hora ha llegado ya, nos guste o no.
- No digas…
- Es así, Jacob – le interrumpí - ¿Eres
consciente de que a partir de ahora te van a observar con lupa? Voy a morir y
no quiero que intentes hacer nada para evitarlo, porque eso te pondría en
peligro.
- No me dejaré coger, Amanda – insistió con
vehemencia – Me voy, pero no te dejaré aquí. Te quiero.
Sus labios rozaron los míos con dulzura.
Disfruté de ese beso, el último. Cuando nos separamos, insistí:
- No lo hagas, por favor. – supliqué – Te amo
y no soportaría que te pasara algo por mi culpa.
- Eso no te lo puedo prometer.
Por eso ahora estoy preocupada, porque estoy
segura de que no me ha hecho caso, de
que ha intentado cualquiera que fuera su plan. Una parte de mí, que no ha
asumido la muerte, ruega al cielo por que sea así.
Mientras pienso en esto, siento cómo la aguja
atraviesa mi piel, mi carne, hasta llegar a mi vena. El líquido que inyectan
está frío y lo noto incorporarse a mi sangre. Noto cómo se extiende por mi
brazo mientras asciende.
Los espectadores contienen la respiración, me
doy cuenta de que están deseando ver morir a alguien que consideran
despreciable, sin saber que ellos no son mejores que yo, son igual de
mezquinos.
El frío ya ha alcanzado mi pecho, pronto
llegará a mi corazón y todo habrá terminado.
- Fin de la función, rebeldes. – desafío con
mis últimas energías.
Mi corazón se está helando, como muchos creen
que ha estado siempre. Si así hubiera sido, ahora no me sentiría dolida ni
traicionada por él. A pesar de haberle pedido que no lo hiciera, esperaba que
me rescatara; pero eso solo ocurre con
las damas bellas e ingenuas, y yo no lo soy, o era… Fue bonito mientras duró,
sangriento, pero bello.