23 ene 2014

La Cazadora Cazada - Capítulo 16


-De acuerdo – Jackson se recuperó enseguida – Esta mujer está acusada de dar caza y muerte a 50 de los nuestros en apenas dos años de pertenencia a la Unidad de Asalto. Para demostrarlo, contamos con los informes de la propia Guardia del Sistema recopilados por Julia Simons.
-Bien – intervino Shawyer – no vamos a negar que sus manos están manchadas con nuestra sangre, pero tal vez deberíamos remontarnos a sus motivos para ello – la miré con sorpresa, eso no me lo esperaba, no me gusta hablar de mí y no quería hacerlo – Por favor, señorita Morrow, explíquenos por qué comenzó a matar para la Guardia.
-Porque Marcus Sutter mató a mis padres.
-Pero usted ya se entrenaba para ello antes de que eso ocurriera – acusó Jackson.
-En efecto, pero dudaba de los principios del Sistema, no los compartía. Incluso sentía cierta simpatía por vosotros – añadí con desdén – porque creía que valorabais la vida humana más que nosotros. Pero no es así. Cuando encontré los cuerpos de mis padres, vi que sois tan despreciables como nosotros. Simplemente escogí quedarme con  mi gente y vengar la muerte de mi familia sin cuestionarme nada más.
-Ya ven que los motivos que han movido a esta joven son los mismos que nos mueven a nosotros – dijo Shawyer – Sus actos son un homenaje a su familia.
Los líderes comenzaron a murmurar entre ellos. La tensión se palpaba en el ambiente. Miré a mi defensora, que parecía preocupada, y busqué a Jacob con la mirada. No estaba, ni él ni los dos tíos que habían ido a buscarme.
Finalmente, la mujer de antes se levantó y yo la miré a los ojos, desafiante.
-Tras tener en cuenta los informes y el testimonio de la acusada, hemos decidido que nada de lo que pueda decir puede eximir sus culpas. De hecho, lejos de arrepentirse de sus acciones, está orgullosa de ellas. Por ello, la condenamos a muerte.
Solté una carcajada.
-Espero que hayan disfrutado de este pequeño teatro que han montado, porque mi castigo estaba claro desde el principio. Pero no olviden que al final se han convertido en aquello que tanto odian y con lo que quieren acabar. No son mejores que nosotros, al contrario, son hipócritas y tienen las manos tan llenas de sangre como yo.
Los ocupantes de la mesa se levantaron y abandonaron la sala, seguidos por Jackson. Shawyer se acercó a mí.
-Lo siento – dijo, y parecía sincera.
-No te preocupes – reí – no dudé en ningún momento que este sería mi final. Pero gracias de todos modos, ¿por qué me has defendido?
-Por mi hermano Jacob. Él te quiere y esto le va a destrozar. Quería evitarlo, o por lo menos intentarlo.
De repente, unas manos se apoyaron en mis hombros.
-¿Qué ha pasado? – preguntó Jacob.
Cerré los ojos sin atreverme a contestar, y su hermana desvió la mirada.
-No puede ser – murmuró, abrazándome.
Los dos tipos que habían ido a buscarme a la celda aparecieron y apartaron a Jacob, que golpeó al más alto antes de que su hermana le obligara a apartarse. Me hicieron levantarme y, a empujones, me sacaron de la sala.
-Es una lástima que no vayas a sufrir como la gente a la que mataste, puta – dijo el rubio, limpiándose la sangre de la boca.

1 ene 2014

La Cazadora Cazada - Capítulo 15

Al poco tiempo, dos hombres vestidos con el uniforme rebelde entraron en la celda. Nos miraron con repugnancia mientras Jacob apretaba su abrazo y sus músculos se tensaban.
-¿Qué? – preguntó con dureza.
-Baja los humos, Shawyer – respondió el más alto, rubio y con el pelo grasiento – Hemos venido a llevarnos a esta zorra a la sala principal para un juicio que no merece.
Jacob se levantó de un salto y le acorraló contra la pared, susurrándole algo al oído. El otro hombre, moreno de ojos saltones, le puso la mano en el hombro.
-Tranquilo, solo vamos a acompañarla.
-Pero yo voy con vosotros – sentenció Jacob.
Se acercó a mí y me ayudó a levantarme. Me agarró de la cintura y avanzamos por un corredor húmedo y mal iluminado. Bajamos por unas escaleras metálicas hasta llegar a lo que en su momento debió ser el comedor de la cárcel. Por las ventanas se podía ver una preciosa noche estrellada y en la sala había un pequeño grupo de personas. En la mesa más grande se sentaban cinco rebeldes. De frente a ellos, a la derecha había una mujer menuda que me sonrió al percatarse de mi mirada, y a la izquierda se sentaba un hombre que me observaba con desdén.
-Por lo menos hace una magnífica noche para morir – murmuré.
-No digas eso. No vas a morir.
Yo sabía de sobra que era una esperanza vana, pero no me atreví a contradecirle de nuevo. Me sentó en una silla solitaria en el centro de la sal y se retiró a una esquina.
-Bien – dijo la mujer que ocupaba el espacio central de la mesa – Amanda Morrow, está usted aquí presente para ser sometida a un juicio. Nosotros – señaló a los cuatro que la rodeaban – somos los líderes de la rebelión y los que juzgaremos la naturaleza del castigo que le corresponde. – no pude evitar sonreír, por lo que ella frunció el ceño y continuó – La señorita Shawyer será la encargada de su defensa, mientras que el señor Jackson expondrá los cargos. – mi sonrisa se acentuó.
-¿Qué le hace tanta gracia, señorita Morrow? – saltó Jackson - ¿Le parece divertida su situación?
-En absoluto – respondí mirándole con frialdad, fijamente. Noté con satisfacción que eso le asustaba.

-Empecemos cuanto antes – resolvió la mujer.